martes, 31 de mayo de 2011

James Sallis - "The long-legged fly" (El tejedor)

Primer Lew Griffin


El detective Lew Griffin deviene a profesor de literatura francesa y exitoso escritor de ficciones policíacas. Este alter ego de James Sallis escribe su primer novela con el negro y desesperanzado detective Griffin quien pierde una y otra vez a aquellos que están más cerca, sus amores que caen fuera de su vida, física o existencialmente. Dividida en tres partes que recorren casi 26 años del personaje, Lew Griffin navega entre situaciones que apenas puede resolver, que la más de las veces avizora con desencanto y una extraña resignación. Sabe que todos los personajes harán finalmente lo que les plazcan, pero el paraíso está lejos de Nueva Orleans, mítica ciudad donde circulan sus travesías. Y también oscura urbe, pues aunque el edén esté muy lejos, los abismos asoman en cada página. Cuando su ex-pareja Vicky le comenta a Lew Griffin que como escritor en Francia lo consideran a la altura de un Chandler, Hammett, MacDonald y Himes (página 188), no hace otra cosa que circunscribir la genealogía del género. El orden no es cronológico, es un orden estético: Chandler lo encabeza -la perfección de la novela negra-, luego Dashiell Hammett -quien desplegó todas las posibilidades del insurgente género-, Ross MacDonald a continuación -30 años con su Lew Archer, otro detective que solo puede fisgonear el estrepitoso acontecer de un pasado que vuelve una y otra vez a poner algo parecido a la justicia-, y Chester Himes -uno que escribió desde el borde porque es el exacto lugar al que sometieron a los negros como escritores y personajes ficcionales-, quien abrió las puertas para el resto de los escritores negros . Increíble primer novela de este personaje, hartamente recomendable para un autor que viene a acompañar la gran avanzada del género junto a Walter Mosley (el más grande escritor noir contemporáneo), Elmore Leonard, James Ellroy y Barry Gifford.

Marcelo Vieguer
(gentileza de su blog http://ficcionesnarrativas.blogspot.com)

miércoles, 25 de mayo de 2011

Si bemol - Un relato de Juan Cruz Revello


Hace un tiempo pude leer un cuento que me pareció gracioso y (si bien me cuesta explicar este adjetivo) auténtico. Lo convencí al autor para que me lo preste y luego de "arduas negociaciones" me enorgullezco de que visite el blog de la librería. Ojalá lo difruten como lo hice yo.


SI BEMOL (por Juan Cruz Revello)

-Supertramp es una banda para escuchar a la noche- afirmaba Patricio después de media hora de discusión-.

-Supertramp es para escuchar a la mañana. Y no cualquier mañana. Los sábados a la mañana, con mucho sol-.

Esa fue mi posición desde el principio. Con Patricio pasamos largas horas hablando sobre temas importantísimos como este. Muchos de nuestros allegados, y sobre todo parientes, nos dicen que malgastamos el tiempo. Sin embargo, tanto para Patricio como para mi, estas discusiones forman parte del ser mismo. Para nosotros, no es lo mismo una persona que escucha Supertramp a la mañana o a la noche, como tampoco es igual una persona que come Tita y una que come Rodhesia.

-Vos estas loco. Supertramp no se puede escuchar un sábado a la mañana y con sol. Eso -me repetía a modo de consejo-, es un exceso de optimismo. Y escuchar una banda optimista, con un día optimista, te puede dejar el marulo averiado para toda la vida. Te lo discuto de acá a la china.

-Años-le dije-. Casi toda mi adolescencia, desde el 90 al 2009 me pasé escuchando los sábados a la mañana ‘Esta lloviendo de nuevo’.

-Ehhhhh- interrumpe Sebastián.

-¿Qué pasa?

-Del 90 al 2009 hijo de puta ¿Cuánta adolescencia tuviste?-, me preguntó a modo de juicio de valor.

-¿Y eso que importa ahora si estamos hablando de otra cosa? Me querés desviar el tema, como siempre. Eso porque sabés que tengo razón. No hay otra manera de escuchar Supertramp si no es un sábado a la mañana, con mucho sol. Y ese tema en particular, es el que confirma mi posición.

-¿Y eso que tiene que ver? Yo te puedo decir que “Desayuno en America” es un disco contradictorio desde el título, porque para mi es una banda para escuchar a la noche. Aunque con el cambio horario, no sé, nosotros estaríamos bien, lo tenemos que escuchar de noche.

Esa es la virtud de Patricio. El sabe de un montón de cosas, entonces, me caga. La última vez que habíamos discutido, no recuerdo bien el tema, creo que era sobre si Michael Jackson hubiese estado vivo de no haberse cambiado el color de su piel, en un momento del debate, me dice: “Es como todo, sino, fijate lo que pasaba en la Edad Media”. Y ya me cagó. Me re cagó. ¿Que carajo se yo sobre la edad media? Patricio tiene esas cosas, el sabe mucho de todo.

-Que hijo de puta -proseguí-. Me querés meter el tema del cambio horario para cagarme. Pero no. Además, la canción que te digo no esta en ese disco, así que…

-Para, para, para…no podes reducir la investidura, la trayectoria, la confianza, la venta de discos de una banda como Supertramp, a una canción sola. Y menos, a ese tema pedorro.

-¿Pedorrro? Lavate la boca antes de hablar de ese tema, que a mí, me salvó de mil resacas. Te levantas un sábado a la mañana, y antes de ir lavarte los dientes, pones ese tema. Chau, te olvidas de todo lo que pasó la noche anterior, te levanta, te pone pilas, te dan ganas de seguir.

-Ves, ese es tu problema.

-¿Cuál?

-Que no querés parar.

Otra vez la moralina. Patricio también tiene esas cosas. Se pone en padre, se pone en padre el hijo de mil putas. Esta bien que a mi me gusta salir, y tomar mis copas, y que le meto los cuernos a mi mujer. ¿Pero si no lo hago ahora cuando lo voy a hacer? Las cosas que no haces a los treinta, después las querés hacer a los cincuenta. Y eso no esta bien.

-Las canciones, hay que escucharlas tranquilo –siguió Patricio-. Descansado, con un volumen medio, para apreciarlas mejor.

-Ahh bueno. Que pavada que acabas de decir. Pero que estupidez tan grande como todo el universo. Es más, mi amigo Facundo se acostaba escuchando ACDC. Así que, a la mierda eso de tranquilo para tranquilo, loco para loco…

-Si yo no te dije eso. Vos estas sordo, por eso escuchas Supertramp una sábado a la mañana.

-Con mucho sol.

-Si, con mucho sol. Peor todavía. A ver, y decime ¿Qué escuchas ahora que no estas mas en la adolescencia?

-¿Los sábados a la mañana?

-Ponele, los sábados a la mañana.

-“Confortablemente adormecido” de Pink Floyd

-Que hijo de puta. ¿Para levantarte? Estás loco. Además, ¿Por qué siempre me metes una canción, y no una banda?

-Que tipo jodido. No hay una explicación exacta. Que se yo, en este caso, porque me gusta más esa canción que todas las otras. Y en el caso de Supertramp, porque esa canción es insuperable para un sábado a la mañana con mucho sol.

-¿A sí? A ver, y decime ¿Por qué no seguís escuchando esa canción todavía?

-Ya te dije, ahora estoy en otra. Estoy más grande. Ya escuché mucho esa canción. Y no puedo seguir toda la vida haciendo las mismas cosas. Hay que cambiar de canciones, así también cambiamos nuestros objetivos. Es como madurar, que se yo, justo con Claudio hablábamos de eso el otro día.

Claudio es otro amigo nuestro. Mucho más fana de la música que nosotros. El vive como las canciones. Las canciones le dictan cosas. A veces las cosas le salen bien, pero siempre le duran poco, eso es verdad. Sobre todo con las chicas. ¿Cuantas chicas se bancan un Calamaro más de tres meses? Bueno, Claudio tiene esas cosas. A los tres meses, cuando ya no se lo banca más, le recita “Flaca” o “La mirada del adiós”, pensando que la mina lo va a salir a buscar corriendo. Y lo mandan a la mierda. Peor la otra vez, que se le ocurrió citarle a George Michael y la novia le preguntó si la había engañado con Carlos. Eso pasa con las canciones en inglés, uno no sabe que esta cantando.

-Bueno, ¿y ahora que escuchas?-siguió Patricio, no muy convencido con esto de la madurez-.

-¿Escuchaste Wilco?

-Si.

-Bueno, no se si todo, pero hay un tema, que para mi, es como los Beatles del 2000.

-Que tipo exagerado. Pero que tipo exagerado por dios. ¿Vos te escuchaste lo que acabas de decir? ¿O tantos años de Supertramp los sábados a la mañana te dejaron medio bobo?

-Mirá, escuchá eso- le dije mientras suena “Side with the seeds”-.

-¿Qué?

-Ahí, justo ahí….

-Si, ¿Qué pasa?

-Ahí…justo cuando suena la guitarra, ¿viste?

-Si, ¿Qué pasa?

-Ahí hay un melotrón en SI BEMOL

-Jajajaja

-¿De que te reís gil?

-Mirá, primero no creo que sepas lo que es un melotrón, además de que ahí no hay ningún melotrón. Y segundo, vos no sabes tocar ningún instrumento ¿Qué carajo sabés lo que es un Si Bemol?

-Gil. Una vez lo ví a Charly en una entrevista, donde mostró un pedazo de tema, y dijo que estaba en Si Bemol. Entonces yo me aprendí el sonido. Y cada vez que suena algo así, yo ya se que es Si Bemol.

-Como sea. Esta canción de Wilco también es mas linda a la noche. Como todas.

lunes, 16 de mayo de 2011

Ray Bradbury y sus andanzas en el Planetario de Buenos Aires.


Anda dando vueltas un viejo reportaje, hecho en un programa de radio, donde Ray Bradbury cuenta que la primera edición de su libro "The Martian Chronicles" (Crónicas Marcianas) posee ciertos poderes especiales. Una boutade, una bravata publicitaria quizás, un acto de fe.
La cuestión es que Enrique Jan, arquitecto que diseñó el Planetario de Capital Federal, sí creyó en este poder y lo utilizó para beneficiar un proyecto suyo. Contaba con la primera edición del libro de Bradbury -una suerte de talismán- que le habían traído de regalo de Nueva York.





Su proyecto para el Planetario de Palermo era demasiado osado para la burocracia municipal. Parece ser que el primer boceto contaba sólo con la esfera apoyada sobre un pilar central. Jan alegaba influencias de Frank Lloyd Wright y un funcionalismo extremo. Ningún ingeniero, los que se encargan de poner en números los planteos de los arquitectos, creía que esa esfera podía mantenerse estable. Era un desafío abierto a una ley inexorable: la ley de gravedad. Ante las quejas Jan mostraba una seguridad inquebrantable y misteriosa a la vez. Confiaba plenamente en el éxito de su diseño pero no confesaba las razones de su optimismo desmedido.
Cuentan -y aquí entramos en un terreno conjetural- que Jan tomó su primera edición de "The Martian Chronicles" y la cortó en tres partes iguales con una guillotina, colocando cada una en un punto estratégico de la obra para cubrirlos luego con hormigón. Este era el recurso infalible para que el Planetario conservase su equilibrio. Ahora se entiende su mutismo: ningún ingeniero civil estaría dispuesto a creer en ese poder.
La versión que cuenta Gustavo Nielsen, en un suplemento RADAR del año 2006, se niega a creer que el libro haya sido guillotinado y aventura la posibilidad de que el libro entero se encuentre dentro de un falso parlante de la estructura de luz y sonido del planetario. Supongo que Ray Bradbury debe haber creído lo mismo. Lo que queda por contar parece darle la razón.

En el año 1997 Ray Bradbury visita la argentina y según cuentan se mostraba encantado con los agasajos y reconocimientos pero también algo distraído, como en otra cosa. Se interesó mucho por el espacio que había entre el casquete exterior y el revestimiento interior del Planetario. Le dijeron que era un espacio bastante húmedo e incómodo en el que sólo entraban los técnicos, y en caso de necesidad. La noche se llenó de gente que quería conocer a Bradbury y éste tuvo que dejar su interés arquitectónico para otro momento.
Parece ser que ante este panorama Bradbury pergeñó una charla con escritores jóvenes de Argentina para la noche siguiente y a realizarse, obviamente, en el Planetario. Como todo fue a las apuradas pocos escritores concurrieron, hecho que no pareción entristecer ni un poco a Bradbury sino todo lo contrario. Lentamente se fueron yendo uno a uno. El último en irse fue Gustavo Nielsen que a los 100 metros del lugar notó que había olvidado su campera. Al regresar se encuentra con un panorama muy extraño. Siente unos ruidos y la voz de Bradbury maldiciendo como si estuviese dentro de la cúpula. Nielsen se sube a un bote de basura y ve a un empleado suplicándole a Bradbury que salga de ese lugar que estaba reservado únicamente a los técnicos. En el piso había un par de paneles de aluminio, parte del revestimiento interior de la cúpula, que con la ayuda de un rebenque Ray Bradbury iba tirando al piso. Muerto de miedo -y apurado porque
una señorita lo esperaba afuera- ante un Bradbury desconocido e iracundo, Gustavo Nielsen se va sin siquiera mirar atrás.

Las incógnitas que deja este relato son varias y sin respuesta. ¿Buscaría Bradbury la primera edición de su libro porque se había quedado sin ningún ejemplar o porque creía firmemente en su poder? ¿Cómo se enteró de que el Planetario de Buenos Aires podía ser uno de los lugares que escondía su preciado libro? ¿Se hubiera caído el Planetario si Bradbury encontraba sulibro y se lo llevaba?
Poco importa encontrar estas respuestas. La visita de Bradbury dejó un regalo insospechado: una historia más para alimentar nuestra mitología vernácula.

MARCELO ROSSIA

sábado, 7 de mayo de 2011

Suceden cosas - Relato de Juan Carlos Margaretich

Hace unos meses pude leer en la revista El Centón un relato de Juan Carlos Margaretich que me gustó mucho y le pedí al autor si nos lo prestaba para nuestro blog. Como dijo que sí acá lo compartimos. Espero que les guste.




SUCEDEN COSAS


Hace poco, hablando con un amigo sobre la infancia, coincidíamos en que no teníamos casi recuerdos, apenas pequeños destellos en la memoria, y presumíamos que por lo tanto, al no encontrar datos traumáticos, había sido feliz. Luego me di cuenta que en ese momento, inconscientemente, había ocultado algo. Había una escena que nunca había olvidado, seguía en mi memoria, con muchos detalles. Este es el relato:

Yo había visto su rostro en una foto borrosa de la revista “Así” (la única revista que no me dejaban ni ver ni leer). Era un rostro común, quiero decir que no tenía nada de especial, o mejor dicho nada de lo que esperaba encontrar. Había escuchado a mi madre y la señora Mc Lean decir que era un monstruo. También, en la misma página de la revista vi otra foto, era (según lo que decía al pie) de una obra en construcción donde había llevado a la víctima. Este sitio quedaba cerca de la casa que tenían mis padres en Rosario, donde pasaba todos los veranos. Había sucedido ese último verano que había estado allí. La víctima era una niña y tenía la misma edad que yo, según escuché que le comentaba mi madre a la señora de Mc Lean mientras mateaban bajo el alero. Siguieron hablando de este hecho, pero yo dejé de escucharlas, tenía ganas de ir a jugar con mis amigos. “Volvé temprano, que suceden cosas”, dijo mi madre cuando me iba. Caminé los trescientos metros hasta el casco de la estancia, preguntándome ¿Qué cosas suceden?

En el camino pasé por La Manga, vi que estaban cargando camiones con terneras y novillos rumbo al matadero. No me detuve (algo que siempre hacía), seguí camino, iba a la casa de mis amigos, y con ellos fui a jugar a "El Tinglado de los Fardos”. Allí nos encontramos con otros chicos, discutimos qué íbamos a hacer y nos decidimos por lo habitual: nos dividimos en dos grupos; “policías” y “ladrones”. Hicimos “guaridas”, las edificábamos con fardos de paja seca de los que se usaban para las “camas” de los toros. Nuestras actividades, provocaban el movimiento a nuevas posiciones de los gatos que habitaban el lugar. Había una cantidad impresionante de gatos y por lo tanto también de pulgas. “Mataba”, el que disparaba primero, pero las veces que nos “matábamos” era imposible mantenernos inmóviles (como nuestro reglamento exigía), las pulgas no lo permitían; no podías quedarte “bien” muerto. A pesar de eso, cuando me tocó, me mantuve inmóvil. Sentía las pulgas por mi cuerpo, recordé lo que hablaban mi madre y la señora de Mc Lean, pensé en la muerte, recordé el rostro de la foto, el lugar, yo había pasado por ese lugar... y quizás había visto alguna vez a esa niña. Las pulgas seguían su trabajo y si me movía me “mataban” de nuevo. Yo no quería. Había aparecido en mi cabeza la idea de que si lo repetían varias veces, podría trasformarse en real. En un momento que no vi a nadie cerca, me levanté y salí del hueco de paja donde estaba. Había oscurecido. Recordé la sugerencia de mi madre mientras me rascaba frenéticamente. Las bombitas, cagadas por las moscas, apenas iluminaban. Tenía que irme, no quería jugar más. Salí del tinglado rápidamente, sin que me vieran y caminé solo, sudado y rascándome por el casco de la estancia. Pasé por el chalet principal y la administración, los únicos lugares iluminados, y me interné en las penumbras, caminando por esa ancha calle de arena que veía ahora más blanca que nunca. Evidentemente era tarde. Volvía a mi casa por el mismo lugar que me había ido, pero rodeado de sombras, y esas sombras, a cada paso, se iban transformando en lo que el miedo me iba tallando. A mitad de camino estaba La Manga, ya no había personas ni animales. Aparentemente. Durante el día, muchas veces había jugado en ella, trepándome por las instalaciones, imaginando mil cosas agradables. Pero se había convertido en otro lugar. Veía la calle de arena blanca, ancha, y a un costado: «La manga» envuelta en la oscuridad. Por primera vez pensé en la suerte de los animales que pasaban por allí. Era posible que allí habitara un monstruo.

¡Suceden cosas! Nunca explicaban nada bien. ¿Qué es lo que no dicen? ¿Era
posible que los hechos se trasladaran de lugar? Qué era posible y qué imposible, nunca lo terminaba de descifrar. De qué forma se convertía alguien en un monstruo. Comencé a correr con todo lo que me daban los pies y sin mirar hacia La manga, como si alguien o algo pudiera desde allí hipnotizarme. Sentía como la arena me caía encima pegándose en mi cuerpo sudado mientras pasaba velozmente frente a la edificación inmóvil. Corrí, hasta que vi la luz del “sol de noche” de mi casa a unos treinta metros y comencé a frenarme. Mi corazón parecía a punto de explotar. Sentí las voces de mis padres discutiendo en el interior. Eso me tranquilizó; pero no entré de inmediato, me quedé unos minutos cerca de la puerta, rascándome, mirando hacia «La Manga» y recuperando mi respiración. Hasta que mi madre preguntó preocupada desde el interior: “¿Sos vos?”. Era yo, pero no el mismo. En el mundo sucedían cosas extrañas y brutales, cuyas causas desconocía.

JUAN CARLOS MARGARETICH

jueves, 5 de mayo de 2011

Segunda noche del ciclo de poesía "DE AQUÍ EN MÁS" (hoy, 6/5, a las 20:30 en Panta Rei · Viamonte 1111)

Queríamos invitarlos a la segunda noche del ciclo de poesía "De aquí en más" donde leerán, invitados por revista La Guacha:

Marcela Armengod (Rosario)
Adriana Borga (Rosario)
Rolando Revagliatti (Ciudad Autónoma de Bs. As.)
José Di Marco (Río Cuarto)

la entrada es gratuita y habrá barra de bebidas y alimentos naturales. Así que para el que no tiene plan para este viernes le hacemos el convite.


En nuestra librería podés encontrar el libro de poemas de José Di Marco que edita la gente de Cartografías, una editorial amiga de Río IV que hace años viene poniéndole el hombro a la publicación de textos independientes. También tenemos varios títulos del catálogo que esta editorial está distribuyendo. Y como para muestra bien vale un botón acá les regalamos un poema de José Di Marco para que conozcan a este autor.

ENTERRADO EN GINEBRA

Agonizando en una clínica de Ginebra
Borges entendió que ya no importaban los laberintos
ni las eruditas bibliotecas ni los nombres en griego.
Que el olvido no era una metáfora
(el río perdurable, el laborioso tejido de las parcas,
la arenisca innúmera del desierto)
sino algo más preciso y definitivo
como una ciudad vacía en el invierno.
Estaba solo allí para siempre:
sin música, sin luz, sin cielo.
Se parecía a cada uno de nosotros,
mortales del rebaño terrestre,
comprendiendo tarde
que la inmortalidad del alma es esta
maraña de calles húmedas y ciegas
donde nada reverbera
y en ninguna voz suena tu nombre.


Bueno, la invitación está hecha. Espero que nos crucemos por ahí.
Saludos a la comunidad blogera.